La Facultad de Ciencias de la Comunicación Blanquerna celebró ayer tarde la conferencia “Comunicar sense por. L’humor com a antídot”. Todo apuntaba a que sería una charla interesante: Joan Tharrats, profesor de la casa, ocuparía el puesto del moderador y el resto de la mesa redonda estaría compuesta por Albert Monteys, director de la revista El Jueves, Manel Fuentes del programa Caiga Quien Caiga, Carles Capdevila del programa Alguna Pregunta Més y Bruno Oro, actor del programa Polònia. Tras varios minutos después de la hora estipulada, llegaron los invitados y con ellos la sorpresa para los asistentes. No estaba Manel Fuentes ni tampoco Carles Capdevila; en su lugar se encontraba Francesc Artau, redactor de l’Avui y guionista de programas televisivos. Joan Tharrats hizo una breve presentación de los participantes e introdujo el tema central a tratar: los tabúes que impiden que el humor sirva como otra forma de interpretar la realidad. Así pues, los invitados empezaron a opinar sobre las cuestiones que ellos consideran que a día de hoy son intratables en los medios de comunicación. Según Bruno Oro, el tema de la religión en su programa es tratado con cierta cautela pero el verdadero tabú es la muerte. Bajo su punto de vista, en Occidente tendemos a crear una idea absurda de la muerte olvidando que es algo que forma parte de nuestras vidas. Hizo una mención especial a la cantante Rocio Jurado para ejemplificar el espectáculo que se monta cuando una persona fallece. Por el contrario, Albert Monteys afirmó que en su revista la religión da bastante juego pero coincidió con Bruno Oro en que la muerte es un tema difícil para hacer humor. En cambio, para Francesc Artau es necesario mostrar una visión cínica de la existencia a través del humor, afirmó que por este motivo si un gag es bueno no deben existir los límites. Una carcajada general se pudo escuchar en la sala cuando el guionista afirmó que los reporteros deberían seguir la misma tónica que el protagonista de la serie House “desvergonzados y sinceros”. Tras este comentario añadió que bajo su punto de vista la sociedad no tiene miedo de lo que se habla en los medios debido a que está acostumbrada a oír y ver todo tipo de cosas. Según él, los verdaderos miedos de las personas son aquellos producidos por cosas cotidianas y que ocurren irracionalmente, no los que salen por televisión. Debido a que la sala empezaba a distraerse con las largas explicaciones de Francesc Artau, el moderador decidió cambiar el rumbo del debate y preguntó qué opinaban sobre la existencia de “censura” respecto a ciertas parodias. Se refería exactamente al efecto que provocan en los programas aquellos colectivos que se movilizan al verse imitados/parodiados. En esta ocasión el primero en contestar fue Albert Monteys, quien afirmó que en su revista no se hace ninguna mención a equipos de fútbol puesto que sino reciben gran cantidad de críticas. Bruno Oro, en cambio, admitió estar sorprendido con el grado de permisividad del público de su programa y de los políticos que son parodiados. El actor aprovechó el momento para recordar algunos de los gags hechos en su programa consiguiendo de esta forma que el público volviera a reír. Después, Francesc Artau negó la existencia de censura en los medios alegando que el recibir protestas de su público no le suponía un impedimento, sino al contrario, un incentivo para seguir haciendo su trabajo de la misma forma. A continuación los participantes empezaron a discutir durante varios minutos sobre si la sociedad realmente tiene miedos, postura que adoptaron Bruno y Albert, o si por el contrario, como dijo Francesc anteriormente, estos temores no son más que preocupaciones. Fueron momentos de tensión en los que el guionista defendió su parecer a capa y espada llegando incluso a calificar de alarmista el dibujo elegido para las Jornadas Blanquerna, - una explosión con la onomatopeya ¡buuuum!-. Mientras los protagonistas de la tarde conversaban acaloradamente, los micrófonos empezaron a fallar y provocaron que el público se distrajera con los ruidos. Cuando ya se había ido gran parte del público y el ambiente se calmó gracias al humor de Bruno Oro, empezó el turno de preguntas. Pocos alumnos de la Facultad Blanquerna se atrevieron a intervenir y los que lo hicieron tuvieron que sufrir los extraños ruidos de los micros. Tras dos horas de conferencia, los invitados se despidieron siendo fotografiados por las pocas personas que aún quedaban en la sala.
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