La palabra "reparar" ha quedado obsoleta, o mejor dicho, ha pasado de moda. Si se te estropea la impresora, el ordenador o el horno, y pides ayuda para que te lo arreglen, te miraran con cara rara para decirte: "te saldrá más barato comprar uno nuevo". Y como la mayoría de los mortales no tendremos ni pajolera idea de lo que es una placa base, acabaremos comprando otro trasto nuevo.
¿Hablamos de deficiencia tecnológica? No. Se trata de obsolescencia programada, un concepto que ha definido nuestra sociedad consumista desde los años 20, cuando comenzaron a acortar la vida de los productos. Es un caso paradigmático el de las bombillas, paradógicamente el símbolo de la idea, el invento y el progreso. Cuando en los años 20 se consigúió que la vida de las bombillas aumentara hasta las 2500 horas, se creó un comité (por supuesto nunca reconocido) que obligó a limitar su vida hasta las 1000 horas. Y así a ido sucediendo con infinidad de productos, hasta que al final este hábito se ha convertido en la norma, o lo que es peor aún, en la necesidad. Ahora compramos sabiendo que al cabo de un mes, quizá cinco, o como máximo algunos años, tendremos que tirar nuestros productos.
Pero el problema yace en que esta lógica del crecer por crecer y no para satisfacer las necesidades, se ha extendido al mundo de las ideas. Twitter, facebook, youtube, etc. son herramientas fantásticas, pero que generan muchísima informacón que en definitiva no quiere decir nada. Es el hablar por hablar, el pensar sin pensar. Seguimos la misma lógica que aplicamos con los calcetines: vendemos y compramos las ideas más baratas en paquetes de cinco pares, que al cabo de unos días ya tendrán agujeros, estarán desfasadas o habrán perdido el sentido. Todo es instantáneo, rápido, corto (140 carácteres) y caduco. Cuidado, estamos en un terreno peligroso.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada