España es un país donde el silencio suele brillar por su ausencia; tan sólo hace falta pasear por la calle o entrar en cualquier espacio público para darse cuenta. Es prácticamente imposible leer el periódico en un bar sin tener que estar escuchando cómo el hombre de la mesa contigua discute por teléfono con su mujer por no haber dejado el pijama bajo la almohada antes de salir de casa. Pero ya no es sólo eso, incluso en las situaciones donde el silencio debe ser la característica principal del ambiente, los españoles conversamos o mejor dicho, gritamos, sin preocupación alguna. Pondré como ejemplo los tanatorios. En estos lugares, donde se supone que se acude para lamentar la muerte de seres queridos o dar el pésame a aquellos que han sufrido la pérdida de una persona cercana, podemos escuchar tranquilamente cuál fue el resultado del derby jugado el día anterior. Esta pérdida de respeto sólo se ve interrumpida cuando escuchamos una voz por megafonía que nos recuerda que debemos guardar silencio. En ese momento podemos disfrutar de dos gloriosos minutos de voz tenue que por supuesto va en crescendo hasta llegar al alboroto anterior.
El ruido está arraigado a nuestra cultura. Claros ejemplos de ello son algunas de las fiestas populares donde él es el protagonista: las fallas de Valencia, las fiestas de San Juan, las tamboriladas de Calanda... Como ya se sabe, este año los carnavales tinerfeños han levantado mucha polémica. Algunas personas se mostraron en contra del escándalo que se formaba en las calles a altas horas de la noche, ruidos que incluso impedían dormir a aquellos que eran ajenos a la fiesta o que, simplemente, tenían que levantarse el día siguiente para trabajar. En televisión podíamos oír declaraciones de los carnavaleros que clasificaban a las personas que se quejaban como “malos tinerfeños” o “deshonra de su ciudad”; ¿acaso todo el mundo tiene que ser participe de la fiesta? Además, parece ser algo contagioso. Es bien sabido que en Trafalgar Square los ingleses no proclaman a los cuatro vientos cómo están sus hijos, al contrario, parece que sigan manteniendo el respeto a la armada que venció a las tropas de Napoleón. Ahora bien, cuando vienen a España se hacen partícipes de la efusividad que nos caracteriza y descubren un tono de voz que ni sospechaban tener. A esto le sumamos el flamenco, las altas temperaturas y las corridas de toros y ya lo tenemos: ¡typical Spanish! Lo malo es que muchas personas no aceptan esta imagen que se ha creado del país porque no ven encima de un televisor figuritas con sus caras y con vestimentas de flamencos.
3 comentaris:
¿porque dar una noticia que la sabe ya todo el mundo? ¿es necesaria esta perdida de tiempo?
Antes de nada,me gustaría agradecerle que haya perdido su tiempo leyendo mi columna. Personalmente no creo haberlo perdido ya que se trataba de dar mi punto de vista sobre un tema. Me llamó bastante la atención lo ocurrido en Tenerife y lo he relacionado con lo que todos sabemos pero muchas veces, debe saberlo, no aceptamos. De todos modos, agradezco su crítica.
ya le he dicho a Enric que era un poco para provocar, y tambien para inaugurar vuestro debut, os he dejado comentario a todos.
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