dijous, 26 d’abril del 2007

Un caballero capadoccio


Una popular leyenda medieval catalana cuenta que en tiempos remotos un temible dragón capaz de matar a un ejército entero con tan sólo su nauseabundo aliento azotó a la milenaria villa de Montblanc. El expolio de la bestia, que en un principio se limitó a causar estragos entre el ganado del pueblo, pronto empezó a cebarse con sus habitantes que eran elegidos por sorteo para sacrificarse al apetito del monstruo.

Un día la suerte señaló a la hija del rey y con motivo de este azar, todo el pueblo se sumió en un riguroso desconsuelo. No obstante, a la mañana siguiente, cuando la bella princesa fue librada al dragón en su guarida, apareció un valeroso caballero extranjero que, armado con una lanza y a lomos de un caballo blanco, derrotó a la bestia y redimió al pueblo del hostigo de la feroz criatura. Se dice que del riego de la sangre que brotaba del corazón del animal creció en el suelo un hermoso rosario con rosas rojas.

El viejo mito de Sant Jordi (Jorge, en catalán) no es más que la adaptación local de una antigua fábula de la Edad Media celebrada en multitud de países de raíz cristiana, cuyo protagonista, un caballero de la Capadoccia, es también el patrón de Inglaterra, Portugal, Grecia, Bulgaria o Georgia, a quien el país debe su nombre.

A pesar de todo, en tierras catalanas el festejo se vive con un especial arraigo. El día 23 de Abril, fecha en que San Jorge protagoniza el Santoral, las calles del principado se colman de centenares de tenderetes en los que se venden rosas de todos los colores, las cuales, según cuenta la tradición del lugar, los enamorados deben regalar a sus amadas. Sin embargo, con el paso del tiempo y como respuesta a esta atávica usanza, el peculiar e innovador costumario catalán (cabe recordar que el día de la patria catalana se conmemora una derrota histórica) ideó que ellas, como contrapartida a la rosa, debían regalar un libro a su pretendiente.

Es por ello que el día de Sant Jordi en Catalunya es mucho más que la fiesta de la rosa. Es la fiesta de la cultura por excelencia. Si uno se sumerge en el abarrotado corazón de Barcelona en esta fecha hallará también miles de pequeñas librerías improvisadas al aire libre repletas de un número inimaginable de libros de todos los tipos y géneros. Incluso, con un poco de suerte, a uno le será posible charlar y pedir que le firme un libro cualquiera de sus escritores estatales favoritos en alguno de los muchos stands promocionales que se erigen en el centro de la ciudad para la ocasión.

Lo que últimamente ya no parece tan difícil es que uno se cruce con algún político conocido en la calle. Puede incluso que alguno de ellos le pida personalmente el voto para las próxima s elecciones. Y es que los responsables de los partidos políticos no podían desechar una ocasión similar: centenares de miles de ciudadanos congregados en la vía pública suponen un objetivo demasiado irresistible para no tratar de persuadir a la marabunta. Es por ello que junto a los puestos de rosas y libros hallamos las carpas de los partidos donde se reparte todo tipo de merchandising político: pins, banderines, pañuelos, camisetas y banderas.

Aun así, cabe destacar que los grandes protagonistas de la jornada fueron este año los globos de helio de tamaño individual que repartió el Partido Socialista de Catalunya. Allí donde se alzara la mirada se descubría un globo rojo con forma de corazón, ya fuera en el cielo azul ascendiendo sigilosamente hacia las nubes o atascado torpemente en la copa de un árbol.

Sea como sea, el festejo de Sant Jordi ha supuesto desde siempre una de las mayores fiestas culturales y los catalanes llevan a este santo incrustado en su imaginario colectivo. Tal y como cuenta la leyenda, en la mentalidad catalana parece residir cierta esperanza de que en los momentos críticos del país vaya a aparecer un redentor extranjero capaz de espantar a los propios fantasmas.

Durante el acecho borbónico de Barcelona en la Guerra de Sucesión siempre se tuvo la convicción de que el candidato al trono Juan de Austria acudiría al auxilio del principado con tropas inglesas. Lo mismo paso ante la rendición republicana en la Guerra Civil, se creía que el estallido de la Segunda Guerra Mundial y la consecuente victoria aliada iba a deponer el régimen franquista a manos de los defensores de la democracia.

De hecho para verificar esta tesis sólo cabe salir a la calle y preguntar a los catalanes por sus héroes contemporáneos. Los Sant Jordis de hoy en día en Catalunya responden a los nombres holandeses de Johan Cruyff y Ronald Koeman y a los brasileños de Juliano Belletti y Ronaldinho Gaucho.

3 comentaris:

Anònim ha dit...

San Jorge, el que venció al Dragón. Tengo una estampa con su figura. En Argentina hay una imágen suya en cada casa de maleantes y ladrones. Se encomiendan a su protección cada vez que van a cometer un atraco. Incluso San Jorge, se llama uno de los barrios más peligrosos de la ciudad de Córdoba, al que ni la policía se anima a entrar. Tal vez encuentres alguna relación con esos ilustres visitantes a los festejos del 23 de abril. Mis respetos.

Anònim ha dit...

Concluyo... Si bien hay una estampa suya en cada casa de ladrones, también las hay en otras como la mía!

Marq Martí ha dit...

La verdad es que nunca se me había ocurrido ubicar a San Jorge en otro contexto que no fuera el de redentor...

Curioso esto que dices del protector de maleantes.

Lo que no entiendo es de donde proviene el arraigo de San Jorge en Argentina puesto que a ninguna de las principales comunidades que emigraron en tiempos pasados les une un vínculo especial al santo...