Ha pasado una semana del fin de una de las fiestas más populares y antiguas de nuestra sociedad; el carnaval. Una celebración con elementos supervivientes de las antiguas fiestas griegas, en honor al dios Baco, donde los excesos eran los protagonistas.
Una festividad que en la actualidad, y debido a la reforma católica que quiso limitar el componente sexual, llena las calles de personajes variopintos. Donde la vergüenza al ridículo se esfuma y se puede ser aquello que nos gustaría haber sido, alguien a quien admiramos o algo que nos hace sentir felices, sexys, divertidos o terroríficos. Yo me transforme en una dama de los años cincuenta rememorando la figura de mi bisabuela. Un elegante vestido, unos guantes interminables y un posado acorde con la época. En la celebración me encontré rodeada de un sinfín de personajes que buscaban fiesta y locura. Se ha vuelto a las bacanales griegas, sin límites ni condiciones. Una locura sin frenos que reina nuestra sociedad actual; incívica, alcoholizada y sin motivaciones. El retrato de la juventud del siglo XXI, la cual ha intentado frenar sin éxito el actual gobierno. Porque la ley promovida por el gabinete de Zapatero para frenar el consumo de alcohol de los menores, se ha visto truncada por las insistencias del sector vinícola y los constantes ataques del PP. Cada fin de semana en nuestras calles se celebra un carnaval, un patrimonio que iniciaron los griegos y que cada vez tiene más adeptos. Analizar las consecuencias de estos desfases será nuestra labor futura y apuesto que no serán positivas.
Una festividad que en la actualidad, y debido a la reforma católica que quiso limitar el componente sexual, llena las calles de personajes variopintos. Donde la vergüenza al ridículo se esfuma y se puede ser aquello que nos gustaría haber sido, alguien a quien admiramos o algo que nos hace sentir felices, sexys, divertidos o terroríficos. Yo me transforme en una dama de los años cincuenta rememorando la figura de mi bisabuela. Un elegante vestido, unos guantes interminables y un posado acorde con la época. En la celebración me encontré rodeada de un sinfín de personajes que buscaban fiesta y locura. Se ha vuelto a las bacanales griegas, sin límites ni condiciones. Una locura sin frenos que reina nuestra sociedad actual; incívica, alcoholizada y sin motivaciones. El retrato de la juventud del siglo XXI, la cual ha intentado frenar sin éxito el actual gobierno. Porque la ley promovida por el gabinete de Zapatero para frenar el consumo de alcohol de los menores, se ha visto truncada por las insistencias del sector vinícola y los constantes ataques del PP. Cada fin de semana en nuestras calles se celebra un carnaval, un patrimonio que iniciaron los griegos y que cada vez tiene más adeptos. Analizar las consecuencias de estos desfases será nuestra labor futura y apuesto que no serán positivas.
2 comentaris:
¿que tanto por ciento, representan estos jovenes en comparacion a los que no beben? o lo hacen moderadamente. Mi abuelo y de esto hace un porron de años ya decia"la joventut d'avui en dia no val res, no volen treballar i nomes penses en divertirse" VALE.Ja has aprés la primera norma d'un periodista, donar noticias positives -totas el que no beuen que deu ser el 90% ni ven ni interessa. eNHORABONA
Tu si que eres una venuuuuussss!!
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