dijous, 10 d’abril del 2008

"Me siento muy integrado, y no tengo la nacionalidad española"

El peruano Oswaldo Ramírez lleva diecisiete años viviendo en Barcelona. Tras una dura separación decide en 1991 coger un avión hacia España con el fin de viajar. Al finalizar los tres meses que la ley otorga a un turista para quedarse en España, Oswaldo Ramírez empieza una vida bajo la ilegalidad. Con diferentes trabajos mal pagados a la espalda, Oswaldo consigue finalmente los papeles en 1994 gracias a la hija de los ancianos a los que cuidaba. 
  Ahora Oswaldo Ramírez está a la espera de conseguir la nacionalidad española.

  ¿Qué le empujó a venir a España?

Yo vine a España en el 91 por motivos de una separación. Las cosas iban mal con mi mujer y nos separamos. A partir de aquí tuve ganas de viajar y me vine aquí.

   ¿Eligió España por la lengua o fue por otro motivo?

Bueno… de hecho antes de venir a España, yo quería viajar a Canadá porque tengo familia allá. Pero por motivos de que no me dieron el visado, decidí ir a una agencia e informarme. La señora de la agencia me dijo que porqué no me iba a España que en ese entonces, en 1991, no pedían el visado. Entonces, ella me dijo que me arreglaba todos los trámites para ir a España; además me pareció buena idea porque se habla la misma lengua.

Recuerdo que la chica de la agencia me dijo que necesitaba llevar como mínimo 2000 dólares para así no tener problemas en la frontera.

  ¿Fue entonces cuando decidió venir directamente a Barcelona?

No, en realidad no pensé en ir a Barcelona porque no conocía a nadie. Pero conocí a un hombre ahí en la agencia, también peruano, que me preguntó a dónde iba. Fue entonces cuando le expliqué mi historia, que venía de una separación, y que no tenía un rumbo exacto, no sabía adónde iba a ir; solamente sabía que viajaba a España. Fue, precisamente, este “amigo” el que me dijo que fuera a Barcelona porque él conocía a un amigo que nos podía ayudar a encontrar trabajo. Y así fue como en 1991 fui a parar aquí, a Barcelona.

   ¿Tuvo problemas en la frontera?

Lo cierto es que no tuve ningún problema. Al llegar a Barcelona, lo primero que me preguntaron los policías en el aeropuerto fue si venía como turista. Lógicamente, les dije que sí. Me preguntaron también si llevaba suficiente dinero porque como sabrás durante esos años con el gobierno de Felipe González hubo bastante inmigración. Pero en ese aspecto no tenía problemas porque yo llevaba poco más de 4000 dólares.

Recuerdo una cosa que me impactó: ver como repatriaban a otros muchos peruanos. El caso es que muchos de ellos venían a España con tan sólo 300 dólares, y la policía sabía que trabajarían ilegalmente. Yo, sin embargo, venía por otros motivos.

  ¿Qué dejó de familia en Perú?

Cuando yo me marché de Lima a Barcelona deje a toda mi familia allá. Tengo tres hijos; ahora la mayor tiene 33 años, el hombre tiene 28 y la pequeña tiene 26 años. Y también deje en Perú a mi mamá, mi papá y todos mis hermanos.

  ¿Cómo se relacionaba con su familia? ¿Por carta, teléfono, internet?

Con mi familia siempre me he relacionado muy bien por teléfono. Alguna vez por carta, pero es mucho más sencillo por teléfono. Tengo una tarjeta que me cuesta cinco euros y con ella puedo hablar hasta 195 minutos con el extranjero. Creo que por internet casi nunca he contactado con mi familia, tal vez alguna vez; pero el teléfono me sale más a cuenta. También mandaba dinero a mi hijos cuando eran pequeños para que pudieran pagarse el colegio.

  ¿Cuánto tardó en volver a Perú?

Unos  tres años tardé en volver porque aún no tenía los papeles en regla, y si volaba me arriesgaba a no volver. De hecho volé a Lima justo cuando empecé a trabajar con personas mayores como enfermero. Fue la hija de los dos ancianos que cuidaba la que me propuso arreglarme los papeles. Para ello necesitaba tener un contrato. El problema estaba en que en aquel entonces uno no podía renovar sus papeles desde España, por eso tuve a viajar a Lima. Mi única opción para renovar mis papeles era ir a la embajada de España en Lima. Y claro, uno vez allí pues visité a toda mi familia. Luego ya me vine otra vez para Barcelona.

  ¿Se sintió desarraigado en España? Me refiero a si añoraba su país, su familia.

Bueno… a ver cómo se dice, la tierra llama, ¿comprende? Lo que más echo de menos es la familia, mi madre que ya tiene 95 años y mis hijos. Pero claro, ahora ya estoy acostumbrado a estar aquí.

  ¿Esto significa que te sentiste acogido en Barcelona?

Sí, en parte sí. A ver, como en todos los lugares del mundo uno se encuentra con gente desagradable. En mi caso, me sentí bastante acogido. Pero tengo que reconocer que al principio fue duro porque no tenía a nadie. No tenía a nadie en quién confiar o quién apoyarme si necesitaba algo. Sin embargo, el peruano que conocí en el avión me presentó a un empresario, que poco después me daría trabajo. Y así poco a poco fui conociendo a más gente.

  Así que consiguió trabajo fácilmente, ¿no?

Así es. Cuando yo llegué a Barcelona, el amigo peruano que conocí en el avión me presentó a su “famaso” amigo empresario. Y así fue como comencé a trabajar al mes de haber llegado aquí. El empresario nos consiguió trabajo a los dos, pero el problema fue que nada más empezar a trabajar, éste nos explotaba; trabajamos más de diez horas diarias a cambio de unas pocas pesetas.

  Frente a tal explotación, ¿qué decidiste hacer?

Como en aquel entonces todavía no tenía los papeles no podía denunciarlo. Además yo entré en España como turista, pero los tres meses que te dejan estar como turista ya se me habían agotado, así que no podía hacer nada; sólo tenía la opción de irme.

Fue justo después de dejar el primer trabajo que decidí irme a Vilafranc del Penedés por medio de otro amigo que conocí aquí en Barcelona.

  Y en Vilafranc del Penedès, ¿de qué trabajaba?

Comencé a trabajar en la construcción de Ferraya. Estuve un año y  un mes trabajando en la obra, pero ilegalmente porque aún no tenía mis papeles en regla. Después, en el 92, el año de las Olimpiadas, pasó lo mismo que está pasando ahora: hubo un incremento de la desocupación. Así que opté por volverme a Barcelona.

  Durante todo este tiempo en Barcelona y en Vilafranc del Penedès, ¿te relacionabas más con españoles o con latinoamericanos?

Bueno, en Vilafranc del Penedès estuve trabajando con españoles, marroquíes y peruanos. Y en Barcelona, en todos los lugares donde trabajé habían más españoles que latinoamericanos por lo que me relacionaba bastante con personas de aquí. De hecho cuando regresé a Barcelona empecé a trabajar en una imprenta en Verneda, donde sólo habían dos peruanos. En esta empresa estuve trabajando durante nueve meses, también ilegalmente, y casi exclusivamente con barceloneses.

  Después de estos nueve meses, ¿qué hizo?

Después de estos nueve meses me dijeron que me iban a despedir porque querián quitar un turno. La empresa dividía a los trabajadores en tres turnos; y a mi me tocaba el tercero. Me dijeron que por motivos de que yo era un inmigrante ilegal decidían sacar el tercer turno, que pasaría a ser compartido por el primero y el segundo turno.

A partir de entonces, estuve tres o cuatro meses sin empleo hasta que empecé a trabajar con personas mayores (ancianos).

  ¿Cómo decidió ponerse a trabajar con ancianos?

El caso es que dada la desocupación que había en esa época yo no tenía ningún trabajo; así que por medio de otro amigo que conocí en la imprenta decidí apuntarme en una agencia para el cuidado de las personas maayores en 1994. 

 Veo que las personas que ha ido conociendo a lo largo de sus tres primeros años en España han sido clave para ir encontrando trabajo.

Más o menos… Piensa que yo me vine a España sin conocer a nadie. Además cuando terminaron los tres meses que me permitían estar en España legalmente, sólo te quedan los contactos que vas haciendo para tirar hacia delante.

  ¿Las costumbres de aquí te resultaron muy diferentes a las de tu país?

Al principio sí. El cambio de horario a de afecta un poco porque son seis horas de diferencia, ¿comprendes? Eso fue un cambio rotundo, pero al final uno se va acostumbrando. Con  las comidas no he tenido ningún problema.

Una de las cosas que diferencia España de Perú son las infrastructuras; en Lima éstas están muy mal.

  Y, ¿qué me dices de la cultura catalana? ¿Te costó aprender esta lengua?

¿Sabes? Ahí en Perú se dice que los catalanes son unos racistas; eso tienen entendido aunque no conozcan personalmente a ningún catalán.

La lengua catalana aún no sé hablarla, pero ahora sí que a entiendo. Cuando llegué a Barcelona no se hablaba tanto el catalán como ahora. Con el tripartito el catalán ha ganado terreno.

  ¿Cree que además de la nacionalidad, el catalán es fundamental para estar integrado en Barcelona?

No. Después de diecisiete años en Barcelona me siento muy integrado en este país, y ni tengo la nacionalidad ni sé hablar el catalán; eso sí lo entiendo perfectamente.

Pedí la nacionalidad hace dos años, pero el proceso es muy lento, dura aproximadamente tres años. Además para obtenerla tengo que divorciarme de mi mujer porque cuando me marché de Perú sólo nos habíamos separado así que legalmente seguíamos casado. Ahora todos estos trámites ya están en proceso, y pronto conseguiré la nacionalidad española. Mientras tanto tengo un carnet que corresponde a lo que para ustedes es el D.N.I; es un permiso de contrato de trabajo y de residencia.

   ¿Nunca ha deseado que sus hijos vinieran a vivir a España?

Sí, sí; lo comenté. Pero ellos nunca han querido venir aquí. Están muy atados a Lima.