Según los resultados de los estudios realizados por el Ministerio de Cultura y Fomento, la televisión es la actividad humana más frecuente y masiva. Su presencia constante en nuestro día a día hace que de forma involuntaria interioricemos aquello que vemos. El fin de la televisión no es la transmisión de valores a pesar del carácter funcional y educativo que algunos quieren adjudicarle. Este medio de comunicación y entretenimiento es el reflejo de la sociedad, “no nos quejemos de la cultura basura, lo que vemos es lo que la audiencia exige”, aclaró el periodista e invitado a la conferencia ,“Superats. La cultura de l´ esforç”, Victor Amela. Junto a él, Àngel Llàtzer, dramaturgo y actor, y Carmen Farré, doctora de la UAB, mantuvieron un debate sobre el uso e influencia del medio televisivo.
Según explicó Àngel Llàtzer, el problema radica en la ingenuidad de las personas y la concepción equivocada que asociamos a la pantalla. Por ello, no podemos exigirle completa veracidad y ética ya que su objetivo principal es crear audiencia, sin importar el qué sino el cómo, y donde nosotros somos los principales avales de ese cómo. Aquí entra en juego la punción de la morbosidad, que Carmen Ferrer definió como el compromiso que el telespectador debe asumir al observar un programa. El engaño es el vértice que sustenta la atracción de esa visualización y nos entretiene. La cartelera televisiva cada vez nos ofrece en mayor cantidad producciones más banales y sin fundamento, pero sólo hacen que responder a nuestras necesidades. Esta es la causa por la que Operación Triunfo ha fracasado estrepitosamente en su décima edición, ya que es una fórmula de programa que ya hemos saturado y que no se corresponde a nuestras apetencias televisivas del momento. Así comprobamos que somos nosotros los forjadores de esta cultura del esfuerzo, que ahora prioriza distraernos de las complicaciones que conlleva nuestra vida diaria a promocionar nuestra formación intelectual. “Reconocer que disfrutamos con Sálvame no es ningún pecado ni demostración de ser una España de ineptos”, admite Llátzer, siempre que seamos conscientes de la incertidumbre que sustenta todos estos contenidos.
El verdadero esfuerzo reside en el valor de luchar contra la ingenuidad que pretende inculcarnos nuestra cultura de masas y tratarla como tal, una cultura de masas no personal.
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