Tras muchos años, por fin podemos viajar cómodamente entre las principales ciudades del país. Sí, el AVE ha conseguido solucionar el problema que tenían todos aquellos que, por motivos laborales o familiares, necesitaban trasladarse con frecuencia entre Barcelona y Madrid. En tan sólo 2 horas y 38 minutos pasaremos de desayunar pan con tomate y fuet a comer cocido y montaditos. De “les Rambles” a la Castellana. Y sin problemas de equipaje ni largas esperas. Podemos decir, por fin, que somos un país más a la vanguardia. Con tren de alta velocidad, con buenas comunicaciones. Tenemos un motor, sin duda, para los negocios y las relaciones empresariales. El AVE será el lubricante perfecto de un país más global, más moderno. El AVE será una mentira más de un país más engañado.
Nos hemos conformado con una red mal preparada, con unos precios desorbitados, y con el olvido de los trenes de cercanías. Éstos siguen sin ir a su hora, con continuos retrasos y averías. Siguen haciendo trayectos mucho más cortos a una velocidad que deja mucho que desear. En éste moderno y maravilloso país, no se puede viajar entre las dos principales ciudades sin gastarse un mínimo de 100 euros, si queremos hacerlo en menos de 5 o 6 horas. Un billete de ave cuesta 163 euros. Si tomamos el coche y pretendemos ir por las vías principales (autopista o autovía) pagaremos 23.15 euros en peajes y la gasolina. Los autobuses no ofrecen una mínima comodidad y se requiere bastante antelación para reservar plaza. ¿Estamos, realmente, a la vanguardia?
En Alemania el trayecto entre ciudades como Frankfurt i Berlín cuesta entre 29 y 33 euros. Un trayecto de, sin paradas, 4 horas y 14 minutos, 500 kilómetros. En Francia, un billete de París a Lyon nos cuesta 22 euros, y es un trayecto de dos horas, 400 kilómetros. En esta nuestra piel de toro, un billete similar nos cuesta 12 veces más… y sólo salimos ganando algo de tiempo. Aun así tenemos la suerte de vivir en un país bien comunicado, a la última en cuanto a tecnología, con un altísimo nivel de bienestar que nada tiene que envidiarle a otros países, y con una red de comunicaciones que, cada vez más, permite que el país sólo mire hacia arriba. Quien tenga que viajar una vez al mes a Madrid, verá que 1.956 euros al año en trenes no significa ningún paso adelante en cuanto a transporte. Quien vea por televisión lo aerodinámico, blanco y brillante que es el AVE y lo anchas que son sus butacas y sus sillas, verá en este tren el futuro del país.
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