dijous, 28 de febrer del 2008

Hienas

Recuerdo el momento en el que me acerqué a preguntar por el último álbum de Amy Winehouse. Fue en Navidad de 2006 y me dijeron algo como: "Esto... ¿Amy qué?". En realidad, la ignorancia del dependiente no me sorprendió lo más mínimo. Nuestro país siempre ha ido bastante retrasado en cuanto a música internacional se refiere. Lo que triunfa en el mundo en enero, aquí, si triunfa, lo hace un año después. Muchos de los que compramos el álbum entonces, nos quedamos de piedra al ver que es ahora cuando el disco está el primero en la lista de los más vendidos en España. ¡Qué casualidad! Justo cuando la artista acaba de ingresar en un centro de desintoxicación. Me pregunto por qué la gente se está comprando ahora el disco (dieciséis meses después de su salida al mercado).
Estamos de acuerdo en que las contínuas polémicas relacionadas con el consumo de drogas, intentos de suicidio o detenciones, no hacen más que aumentar la popularidad de la cantante. Pero lo verdaderamente triste es que sea ahora cuando la discográfica esté aflojando el dinero para promocionarla y esté apostando por ella más que nunca. Ahora que prácticamente toda la promoción se la han hecho los medios de comunicación. A lo largo de estos meses la aparición de Amy en revistas, tabloides, programas de televisión y páginas de Internet ha sido contínua. Se ha llegado a crear incluso una web (whenwillamywinehousedie.com) en la que si aciertas el día en el que Amy va a morir, te regalan un iPod. En la misma página, además, hay un enlace que te lleva a otra web en la que si aciertas la fecha de la muerte de Britney Spears te llevas una PlayStation 3. Genial oiga. ¡Póngase la parca, espere como las hienas a que caiga muerta su presa, y gane suculentos premios!
Cuanto más espectacular y dramática es tu vida, más popular te haces. Cuanto más popular te haces, más te promocionan. Cuanto más te promocionan, más vendes. Así funcionan las cosas. Y así es como somos. El pasado fin de semana me acerqué a escuchar algunos álbumes a la tienda de música que habitualmente visito y me percaté de que una joven, que estaba señalando hacia un disco, le decía a su acompañante: "Mira, ésta es la drogadicta aquella. Vamos a escucharla a ver...". Sí, señalaba el disco de Winehouse. Y sí, se acabó llevando una copia.