diumenge, 24 d’abril del 2011

El premio gordo aún está por caer


Desde este pasado lunes gran parte de la prensa española se encontraba en Valencia para empezar a absorber los ánimos que allí se percibían durante la espera del gran partido de la final de la Copa del Rey. Un Barça-Madrid que, tras un empate a uno en el Bernabéu en su último partido, motivaba a unos y alarmaba a otros. Allí quedaron igualados y asimismo podría decirse que quedó la final de ayer. Dos buenos equipos que mantuvieron a la afición en tensión durante todo el juego con una buena defensa y un buen ataque por ambas partes. Las porterías permanecieron intactas los 90 minutos de partido, los únicos que pisaron su interior fueron Pinto por un lado y Casillas por el otro. Media hora más fue el regalo que le hicieron a los jugadores para seguir luchando. Todo dependía de un golpe de suerte: un gol que podía ser de unos como de otros. Y fue de ellos.

La final de Copa de ayer fue el clásico más visto de la historia. El encuentro tuvo una audiencia media de 12.849.000 espectadores y se incrementó durante la prórroga con más de 14 millones con sus ojos atentos a la pantalla del televisor.

A las 21.30h todas las miradas se dirigían al estadio de Mestalla, unos 50.000 aficionados saltaban, gritaban y animaban en las gradas, mientras entraban los jugadores al campo, se colocaban uno al lado del otro, respiraban profundamente y se concentraban al son del himno español. Todos corrieron a sus posiciones y Puyol dio el golpe de salida con un primer pase.

Durante la primera parte, un inesperado Real Madrid que atacó al Barça con una presión inigualable, hacía que el equipo blaugrana no pudiese acabar sus jugadas, a lo cual su afición no está acostumbrada. El equipo blanco no había dejado huecos entre líneas e intentar traspasarlas se convirtió en un gran obstáculo para el Barça. Guardiola, desde el banquillo, miraba atento y con preocupación. No había manera de resolver los pases con un final feliz e incluso muchos de ellos, para variar en un enfrentamiento de estas características, acababan en faltas de unos o de otros con tarjetas por aquí y tarjetas por allá, insultos y rivalidades. Los abucheos al arbitro eran de esperar y éste se encontraba solo en el campo. Era su palabra contra los de un bando y los del otro. Y entre todo el jaleo, tras 45 minutos dio la pitada que acababa con la primera parte.

El entrenador del Barça aprovechó para corregir posiciones y animar a su equipo lo cual dio buen resultado. En la segunda parte los culés pudieron identificar con más orgullo a su equipo quien actuó con más paciencia, más presión hacia su contrincante, buenos ataques y ocasiones de gol. El Barça comenzó a ver la luz. Sin embargo, no fue tan fácil. Pasaban los minutos y seguían empatando a cero. Llegaron a los 90 minutos sin haber marcado ningún gol. La Copa seguía en zona de nadie. Por ello se alargó el partido media hora más. El partido llegados a este punto, caía en manos de la suerte. Y ésta la obtuvo Cristiano Ronaldo, quien en el minuto 13 de la prórroga remató un pase de Di María y llevó al delirio a todos los madridistas con un chute que Pinto no logró detener.

Así pues, tras 18 años, el Real Madrid ha vuelto a ganar la Copa del Rey y Pep Guardiola pierde su primera final al mando del Fútbol Club Barcelona. El doblete no ha podido ser. Pero el Barça y su afición esperan la Champions con entusiasmo y con esperanza de demostrar quien es el mejor equipo del mundo. El premio gordo aún está por caer.