Estos días, coincidiendo con las inauguraciones de las discotecas descubiertas, empiezan a escucharse las canciones que serán repetidas infinidad de veces hasta que acabe el verano y desaparezcan. La mayoría de ellas son canciones pegadizas de los artistas del momento y están relacionadas con temas como el sexo, el calor o la diversión. Algunas de ellas, incluso, están acompañadas por un bailecito que hacen que sean reconocidas al instante. Hablo de las canciones que, en un plazo máximo de una semana después de su lanzamiento, mucha gente lleva puesta como melodía del móvil tras haberla escuchado en muchas emisoras de radio, anuncios de televisión y como ya he dicho antes, discotecas.
Estas canciones, como el resto, son tan fáciles de obtener como hacer un click con el cursor y esperar pocos minutos -no entraré en la discusión pública sobre la ilegalidad que esto supone-. A menudo, muchas de las canciones que son descargadas de la red quedan almacenadas en los ordenadores tras haber sido escuchadas una sola vez. Por este motivo, no es extraño que una persona pueda tener en una misma carpeta canciones de Los Beatles y el éxito del verano de David Bisbal. Evidentemente, esto tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Como ventaja podría decirse que, además del ahorro económico, como la música es cultura nunca está de más estar abierto a escuchar todo tipo de estilos. Además, cada uno es libre de escuchar el tipo de música que estime por conveniente. Como desventaja, podría afirmarse que con estas facilidades las personas dejan de reconocer el valor, que en algunos casos, realmente tienen. Esto es lo que realmente me preocupa. Escuchamos las canciones una tras otra sin prestar realmente atención a la intención, -reitero, si es que existe- con la que han sido escritas. Ahora no me estoy refiriendo precisamente a los éxitos del verano.
Una de las preguntas que suele hacerse por tal de saber algo más de una persona es “¿Cuál es tu canción favorita?” Bajo mi punto de vista creo que la respuesta debería estar seguida de un “¿por qué?”, por muy descarado que ello pudiera parecer. Las canciones favoritas normalmente son aquellas con las que nos podemos sentir identificados por su mensaje, aquellas que nos trasladan a un momento determinado de nuestras vidas o aquellas que simplemente nos recuerdan a alguna persona querida. En definitiva, aquellas con las que tenemos algún tipo de unión sentimental, las que forman la banda sonora de nuestras vidas.
Ahora la duda que me planteo es si podemos seguir teniendo sentimientos vinculados a canciones con toda la cantidad a la que estamos expuestos, voluntariamente, cada día.
Estas canciones, como el resto, son tan fáciles de obtener como hacer un click con el cursor y esperar pocos minutos -no entraré en la discusión pública sobre la ilegalidad que esto supone-. A menudo, muchas de las canciones que son descargadas de la red quedan almacenadas en los ordenadores tras haber sido escuchadas una sola vez. Por este motivo, no es extraño que una persona pueda tener en una misma carpeta canciones de Los Beatles y el éxito del verano de David Bisbal. Evidentemente, esto tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Como ventaja podría decirse que, además del ahorro económico, como la música es cultura nunca está de más estar abierto a escuchar todo tipo de estilos. Además, cada uno es libre de escuchar el tipo de música que estime por conveniente. Como desventaja, podría afirmarse que con estas facilidades las personas dejan de reconocer el valor, que en algunos casos, realmente tienen. Esto es lo que realmente me preocupa. Escuchamos las canciones una tras otra sin prestar realmente atención a la intención, -reitero, si es que existe- con la que han sido escritas. Ahora no me estoy refiriendo precisamente a los éxitos del verano.
Una de las preguntas que suele hacerse por tal de saber algo más de una persona es “¿Cuál es tu canción favorita?” Bajo mi punto de vista creo que la respuesta debería estar seguida de un “¿por qué?”, por muy descarado que ello pudiera parecer. Las canciones favoritas normalmente son aquellas con las que nos podemos sentir identificados por su mensaje, aquellas que nos trasladan a un momento determinado de nuestras vidas o aquellas que simplemente nos recuerdan a alguna persona querida. En definitiva, aquellas con las que tenemos algún tipo de unión sentimental, las que forman la banda sonora de nuestras vidas.
Ahora la duda que me planteo es si podemos seguir teniendo sentimientos vinculados a canciones con toda la cantidad a la que estamos expuestos, voluntariamente, cada día.
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