Lo que hasta hace poco parecía una anécdota, se ha convertido ya en una realidad. Los diarios gratuitos han encontrado definitivamente su lugar en el mercado periodístico estatal, y una vez se han hecho con la hegemonía, parece que están lejos de querer devolvérsela a los diarios tradicionales, los de pago.
Siendo totalmente objetivos, o lo que es lo mismo, fijándonos en los datos de la última oleada del EGM (Estudio General de Medios) publicada en abril, nos podemos dar cuenta de que los gratuitos han conseguido ganarle terreno a los de pago: el diario 20 Minutos es el periódico más leído en España con un total de 2.886.000 lectores diarios, y desbancando por primera vez en mucho tiempo a Marca del liderazgo. No lejos se encuentran los otros tres diarios gratuitos de difusión estatal, Què, con 2.108.000 lectores que le sitúan como el cuarto periódico más leído del estado, sólo por detrás de los dos anteriores y El País, y Metro y ADN, con 1.784.000 y 1.638.000 respectivamente, siendo el quinto y sexto periódico más leído en el conjunto del estado. La difusión de unos y otros también favorece a los primeros, a los gratuitos, pues España se ha convertido en el primer país europeo en el que la tirada total de diarios gratuitos supera la tirada total de diarios de pago.
Pero, lejos de alarmarse por todo esto, los directivos de los grandes diarios tradicionales han visto en este fenómeno una forma ideal de dar un paso más allá y modernizarse. Como dice Daniel Rodríguez, periodista de ADN, “es obvio que la prensa convencional se ha visto obligada a reinventarse para adaptarse al nuevo mercado. Ahí están los recientes rediseños de La Vanguardia y El País, que apuestan por maquetas claramente influenciadas por los gratuitos. También ha habido cierto cambio en los contenidos, con una mayor apuesta por los temas sociales”, de lo cual podemos extraer que los diarios de pago han visto en los gratuitos un modelo a seguir, quizá con la intención de, a la larga, conseguir captar al lector de los gratuitos. En este sentido, Soledad Gallego Díaz, redactora de El País, asegura que “la prensa gratuita es sólo uno de los muchos fenómenos que están configurando un nuevo panorama de los medios de comunicación de masas. Hay otros como Internet que son, creo yo, más decisivos”, de lo que se desprende que los periódicos de pago no ven en la prensa gratuita un rival, pese a todo. En realidad, ambas deberían tener a la otra como modelo. Evidentemente, los gratuitos deben tener a los diarios convencionales como ejemplo de información seria -en la mayoría de los casos- y bien escrita; y, por su parte, los diarios tradicionales deben saber captar la atención del lector a través de un diseño más colorista e innovador, característica propia de los gratuitos. A pesar de ello, Empar Moliner, escritora y columnista de El País, advierte que “los diarios de pago se van a ir adecuando a la nueva realidad, pero temo que eso acabe siendo perjudicial para el lector. Es posible que nos encontremos con un caso parecido al de los telediarios, donde se prima lo morboso y los sucesos por encima de la información”.
PROS Y CONTRAS
Siendo totalmente objetivos, o lo que es lo mismo, fijándonos en los datos de la última oleada del EGM (Estudio General de Medios) publicada en abril, nos podemos dar cuenta de que los gratuitos han conseguido ganarle terreno a los de pago: el diario 20 Minutos es el periódico más leído en España con un total de 2.886.000 lectores diarios, y desbancando por primera vez en mucho tiempo a Marca del liderazgo. No lejos se encuentran los otros tres diarios gratuitos de difusión estatal, Què, con 2.108.000 lectores que le sitúan como el cuarto periódico más leído del estado, sólo por detrás de los dos anteriores y El País, y Metro y ADN, con 1.784.000 y 1.638.000 respectivamente, siendo el quinto y sexto periódico más leído en el conjunto del estado. La difusión de unos y otros también favorece a los primeros, a los gratuitos, pues España se ha convertido en el primer país europeo en el que la tirada total de diarios gratuitos supera la tirada total de diarios de pago.
Pero, lejos de alarmarse por todo esto, los directivos de los grandes diarios tradicionales han visto en este fenómeno una forma ideal de dar un paso más allá y modernizarse. Como dice Daniel Rodríguez, periodista de ADN, “es obvio que la prensa convencional se ha visto obligada a reinventarse para adaptarse al nuevo mercado. Ahí están los recientes rediseños de La Vanguardia y El País, que apuestan por maquetas claramente influenciadas por los gratuitos. También ha habido cierto cambio en los contenidos, con una mayor apuesta por los temas sociales”, de lo cual podemos extraer que los diarios de pago han visto en los gratuitos un modelo a seguir, quizá con la intención de, a la larga, conseguir captar al lector de los gratuitos. En este sentido, Soledad Gallego Díaz, redactora de El País, asegura que “la prensa gratuita es sólo uno de los muchos fenómenos que están configurando un nuevo panorama de los medios de comunicación de masas. Hay otros como Internet que son, creo yo, más decisivos”, de lo que se desprende que los periódicos de pago no ven en la prensa gratuita un rival, pese a todo. En realidad, ambas deberían tener a la otra como modelo. Evidentemente, los gratuitos deben tener a los diarios convencionales como ejemplo de información seria -en la mayoría de los casos- y bien escrita; y, por su parte, los diarios tradicionales deben saber captar la atención del lector a través de un diseño más colorista e innovador, característica propia de los gratuitos. A pesar de ello, Empar Moliner, escritora y columnista de El País, advierte que “los diarios de pago se van a ir adecuando a la nueva realidad, pero temo que eso acabe siendo perjudicial para el lector. Es posible que nos encontremos con un caso parecido al de los telediarios, donde se prima lo morboso y los sucesos por encima de la información”.
PROS Y CONTRAS
Si algo de positivo tiene la prensa gratuita sobre la de pago es precisamente esto, el no costar un céntimo al consumidor. “Mi objetivo es el de informarme rápido y con el mínimo coste posible, y los que me pueden proporcionar este servicio son los gratuitos”, asegura Carlos, estudiante universitario. En la misma línea se pronuncia Montse, “los gratuitos sólo me interesan por su coste cero, me sirven para pasar el rato mientras llega el tren de casa al trabajo”. Pero las ventajas de los gratuitos no se quedan aquí. La distribución de éstos es mucho más cómoda para el ciudadano de a pie, ya que, como dice Soledad Gallego Díaz “el periódico viene a ti, en vez de ir tú al periódico”, razón por la cual puede llegar a mucho más público. Además, el hecho de que todos los periódicos de pago tengan una tendencia muy marcada, le resta público potencial, cosa que no le pasa a los gratuitos, donde la información es mucha más objetiva, precisa y directa y, consecuentemente, mucha más gente está dispuesta a que se la hagan llegar. Por el contrario, los diarios convencionales todavía tienen mucho más peso en la sociedad que los gratuitos, pese a su menor distribución. Los diarios convencionales son líderes de opinión que marcan tendencias, son el baremo con el que medir el estado del país, o de una situación concreta; en este aspecto, los gratuitos son meros comparsas. Además, los grandes diarios disponen de una infraestructura de instalaciones, equipos y profesionales mucho mayor que los gratuitos; su red de corresponsales o enviados especiales es amplísima, pues disponen de un presupuesto mucho mayor.
Pero, una de los puntos más positivos del nacimiento y expansión de los gratuitos es “la de incorporar lectores que no se gastarían un céntimo por comprar un periódico”, como dice Màrius Serra, escritor y columnista de La Vanguardia. El público al que se dirige la prensa gratuita es a todos aquellos a los que, hasta su llegada, no se habían planteado ponerse al día del mundo a través de un diario, en su mayoría trabajadores o estudiantes. En este sentido, puede que la prensa gratuita haga un servicio social, ya que, se quiera o no, se está fomentando el hábito de la lectura, muy en desuso por parte de esos dos grandes grupos de población, trabajadores medios y estudiantes. Entonces podemos llegar a la conclusión que el hecho de contar con un gran número de gratuitos enriquece la cultura del país, teóricamente. El propio Màrius Serra, pronunciándose en este sentido, dice que “la enriquece, pero con matices. En general, el nivel de los gratuitos es inferior, comparado con los tradicionales diarios de pago, pero hay que tener en cuenta que cubren un público que lo único que leía antes eran los anuncios de las vallas publicitarias”. En la misma línea se pronuncia Soledad Gallego Díaz, “todo lo que ayude a extender el hábito de lectura ayuda, a la vez, a mejorar los niveles culturales del país. La prensa gratuita, también”. Más escéptico o inseguro de tal afirmación se muestra Rafael Vila-Sanjuan, columnista de El Periódico, al asegurar que “no estoy seguro de poder defender que contribuye a enriquecer la cultura, en todo caso sí que estoy totalmente convencido que no la empobrece”. Tampoco acaba de estar muy convencida de estas ventajas de los gratuitos Empar Moliner, “la idea del gratuito me parece buena. Pero estos gratuitos no me gustan. No creo que haya nada que empobrezca la cultura, pero desde luego no la enriquecen”.
Seguramente, una de las grandes diferencias entre gratuitos y convencionales es el volumen, la cantidad de páginas. Este punto es un arma de doble filo para los gratuitos. Por un lado, el hecho de ser mucho más ligero que los convencionales, lo hace mucho más accesible al ‘target’ al que se dirigen, el ya mencionado anteriormente. Su lenguaje es también mucho más sencillo y claro, dejando de lado los tecnicismos o la profundización, y con una proliferación masiva de noticias breves. Por lo tanto, la información que proporciona los gratuitos es directa y concisa. “Me gusta leer los gratuitos porque me explican lo que me interesa de manera clara”, dice Delia, inmigrante boliviana. Pero a la vez, esta corta extensión, le perjudica cara a abrirse al público de los diarios de siempre, pues éstos no pasan por el aro, y no aceptan una información tan condensada. “No puedo con los gratuitos, es una especie de ‘coitos interruptus’, cuando parece que te están empezando a explicar lo que pasa, se acaba la noticia”, dice Joan, que lleva La Vanguardia en mano. A la vez, los gratuitos carecen, en su mayoría, de una de las secciones que más apasionan al lector del diario tradicional: la opinión. Rafael Vila-Sanjuan lo critica, “la prensa gratuita es un medio muy poco reflexivo. Las limitaciones de espacio sacrifican una parte importante de la función crítica del periodismo como herramienta de análisis”.
LA PUBLICIDAD
Como gratuitos que son, estos jóvenes diarios tienen como fuente de financiación única y exclusivamente a la publicidad. Una de las grandes características de los gratuitos es ésta, la de contener una gran cantidad de anuncios, en muchas ocasiones, incluso, ocupando portada y contraportada. Las grandes empresas han visto en los gratuitos un gran soporte en el que promocionarse, sobre todo aquellas empresas que tienen un ‘target’ más bien amplio. Es difícil encontrar productos o servicios muy específicos entre los anuncios de estos diarios gratuitos. Pero, pese a la gran cantidad de anuncios que contiene, los gratuitos tenían claro que su apuesta era a largo plazo, sabían que no debían esperar ganancias en sus primeros meses en el mercado. No era problema, pues, en su mayoría, estos diarios están editados por importantes empresas de comunicación que podían permitirse el déficit durante algún tiempo. Pero ahora, ya habiendo pasado un tiempo, los diarios gratuitos gozan de una gran salud económica, y resultan de lo más rentables para sus dueños. A la vez que recaudan mucho por publicidad, prácticamente carecen de gastos, pues no tienen que mantener una gran plantilla, y la que disponen trabaja con un sueldo bastante alejado que el de un periodista de un diario de pago. Los convencionales, pese a la pujanza de los gratuitos, han sabido mantener a sus anunciantes que, en el fondo, también son los que dan los beneficios. Los diarios de pago tienen un público mucho más fiel, y mucho más concreto, con lo cual las empresas saben dónde anunciarse para tener un éxito asegurado.
Pero los gratuitos deben andarse con cuidado. Y como muestra, la reciente unión entre Schibsted, empresa noruega propietaria de 20 Minutos, y la sueca Metro, propietaria del diario que en España lleva el mismo nombre. Esta unión, que de momento no repercutirá en los rotativos que se distribuyen aquí, viene dada a causa de la publicidad, de la ausencia de publicidad. La aglomeración de diarios gratuitos, junto a los propios diarios de pago, y con todo el resto de soportes publicitarios, incluido el cada vez más pujante sector de internet, provocan una masificación de posibles lugares donde anunciarse, y lo que faltan son empresas que busquen este soporte. Por tanto, es evidente, son los mismos productos o servicios a anunciar, pero con el doble o el triple de soportes. En consecuencia, podemos prever que la publicidad será un elemento clave a la hora de saber el futuro de la prensa gratuita.
INCIERTO FUTURO
Si la publicidad se prevé como elemento clave en el desarrollo del mundo de la prensa, no menos lo será la voluntad de los lectores. En este sentido, podemos encontrar dos corrientes muy diferenciadas. Por un lado, la de agoreros que aseguran que el éxito de los gratuitos puede acarrear, a medio o largo plazo, la desaparición de la prensa convencional. Y, por otra parte, la de los que anhelan que el ‘boom’ de los gratuitos provoque, paulatinamente, un incremento de los lectores de diarios de pago, animados por el interés que les provoca el leer gratuitos, y ávidos de buscar algo más que la lineal y exigua información de éstos.
Entre los primeros se sitúa Empar Moliner, al decir que “a diez años vista, no creo que nadie esté dispuesto a pagar por adquirir un periódico”. En cambio, un periodista de gratuito como Daniel Rodríguez, opina lo contrario, “la prensa tradicional se sabrá adaptar, igual que se ha sabido adaptar a la llegada de la radio o la televisión.Es más fácil que desaparezcan determinados gratuitos que las cabeceras tradicionales”. Entre los segundos aparece Soledad Gallego, más fruto del deseo que de la certeza, al asegurar que “no creo que el éxito de la prensa gratuita acabe por provocar la desaparición de la prensa de pago. Si ésta desaparece será por un conjunto de elementos mucho más complejo. De hecho, diría que la prensa gratuita ayuda a la prensa convencional en cuanto que genera hábito de lectura de un producto en papel”. Màrius Serra va más allá, al analizar con acierto que “no sabría decir si el lector de gratuitos se pasará en un futuro al ‘pay-per-read’. Lo que si me gustaría es que el periodista de gratuito no crea que ya ha llegado a la cima de su carrera profesional”.
Quizá el marco ideal del mercado comunicativo en cuanto a la prensa es el actual, en el cual conviven con total naturalidad y sin prácticamente estorbarse gratuitos y tradicionales. Pero podemos estar seguros de que esto no quedará así, y que evolucionará hacia un lado u otro. Ahora sólo queda esperar, y leer.
Pero, una de los puntos más positivos del nacimiento y expansión de los gratuitos es “la de incorporar lectores que no se gastarían un céntimo por comprar un periódico”, como dice Màrius Serra, escritor y columnista de La Vanguardia. El público al que se dirige la prensa gratuita es a todos aquellos a los que, hasta su llegada, no se habían planteado ponerse al día del mundo a través de un diario, en su mayoría trabajadores o estudiantes. En este sentido, puede que la prensa gratuita haga un servicio social, ya que, se quiera o no, se está fomentando el hábito de la lectura, muy en desuso por parte de esos dos grandes grupos de población, trabajadores medios y estudiantes. Entonces podemos llegar a la conclusión que el hecho de contar con un gran número de gratuitos enriquece la cultura del país, teóricamente. El propio Màrius Serra, pronunciándose en este sentido, dice que “la enriquece, pero con matices. En general, el nivel de los gratuitos es inferior, comparado con los tradicionales diarios de pago, pero hay que tener en cuenta que cubren un público que lo único que leía antes eran los anuncios de las vallas publicitarias”. En la misma línea se pronuncia Soledad Gallego Díaz, “todo lo que ayude a extender el hábito de lectura ayuda, a la vez, a mejorar los niveles culturales del país. La prensa gratuita, también”. Más escéptico o inseguro de tal afirmación se muestra Rafael Vila-Sanjuan, columnista de El Periódico, al asegurar que “no estoy seguro de poder defender que contribuye a enriquecer la cultura, en todo caso sí que estoy totalmente convencido que no la empobrece”. Tampoco acaba de estar muy convencida de estas ventajas de los gratuitos Empar Moliner, “la idea del gratuito me parece buena. Pero estos gratuitos no me gustan. No creo que haya nada que empobrezca la cultura, pero desde luego no la enriquecen”.
Seguramente, una de las grandes diferencias entre gratuitos y convencionales es el volumen, la cantidad de páginas. Este punto es un arma de doble filo para los gratuitos. Por un lado, el hecho de ser mucho más ligero que los convencionales, lo hace mucho más accesible al ‘target’ al que se dirigen, el ya mencionado anteriormente. Su lenguaje es también mucho más sencillo y claro, dejando de lado los tecnicismos o la profundización, y con una proliferación masiva de noticias breves. Por lo tanto, la información que proporciona los gratuitos es directa y concisa. “Me gusta leer los gratuitos porque me explican lo que me interesa de manera clara”, dice Delia, inmigrante boliviana. Pero a la vez, esta corta extensión, le perjudica cara a abrirse al público de los diarios de siempre, pues éstos no pasan por el aro, y no aceptan una información tan condensada. “No puedo con los gratuitos, es una especie de ‘coitos interruptus’, cuando parece que te están empezando a explicar lo que pasa, se acaba la noticia”, dice Joan, que lleva La Vanguardia en mano. A la vez, los gratuitos carecen, en su mayoría, de una de las secciones que más apasionan al lector del diario tradicional: la opinión. Rafael Vila-Sanjuan lo critica, “la prensa gratuita es un medio muy poco reflexivo. Las limitaciones de espacio sacrifican una parte importante de la función crítica del periodismo como herramienta de análisis”.
LA PUBLICIDAD
Como gratuitos que son, estos jóvenes diarios tienen como fuente de financiación única y exclusivamente a la publicidad. Una de las grandes características de los gratuitos es ésta, la de contener una gran cantidad de anuncios, en muchas ocasiones, incluso, ocupando portada y contraportada. Las grandes empresas han visto en los gratuitos un gran soporte en el que promocionarse, sobre todo aquellas empresas que tienen un ‘target’ más bien amplio. Es difícil encontrar productos o servicios muy específicos entre los anuncios de estos diarios gratuitos. Pero, pese a la gran cantidad de anuncios que contiene, los gratuitos tenían claro que su apuesta era a largo plazo, sabían que no debían esperar ganancias en sus primeros meses en el mercado. No era problema, pues, en su mayoría, estos diarios están editados por importantes empresas de comunicación que podían permitirse el déficit durante algún tiempo. Pero ahora, ya habiendo pasado un tiempo, los diarios gratuitos gozan de una gran salud económica, y resultan de lo más rentables para sus dueños. A la vez que recaudan mucho por publicidad, prácticamente carecen de gastos, pues no tienen que mantener una gran plantilla, y la que disponen trabaja con un sueldo bastante alejado que el de un periodista de un diario de pago. Los convencionales, pese a la pujanza de los gratuitos, han sabido mantener a sus anunciantes que, en el fondo, también son los que dan los beneficios. Los diarios de pago tienen un público mucho más fiel, y mucho más concreto, con lo cual las empresas saben dónde anunciarse para tener un éxito asegurado.
Pero los gratuitos deben andarse con cuidado. Y como muestra, la reciente unión entre Schibsted, empresa noruega propietaria de 20 Minutos, y la sueca Metro, propietaria del diario que en España lleva el mismo nombre. Esta unión, que de momento no repercutirá en los rotativos que se distribuyen aquí, viene dada a causa de la publicidad, de la ausencia de publicidad. La aglomeración de diarios gratuitos, junto a los propios diarios de pago, y con todo el resto de soportes publicitarios, incluido el cada vez más pujante sector de internet, provocan una masificación de posibles lugares donde anunciarse, y lo que faltan son empresas que busquen este soporte. Por tanto, es evidente, son los mismos productos o servicios a anunciar, pero con el doble o el triple de soportes. En consecuencia, podemos prever que la publicidad será un elemento clave a la hora de saber el futuro de la prensa gratuita.
INCIERTO FUTURO
Si la publicidad se prevé como elemento clave en el desarrollo del mundo de la prensa, no menos lo será la voluntad de los lectores. En este sentido, podemos encontrar dos corrientes muy diferenciadas. Por un lado, la de agoreros que aseguran que el éxito de los gratuitos puede acarrear, a medio o largo plazo, la desaparición de la prensa convencional. Y, por otra parte, la de los que anhelan que el ‘boom’ de los gratuitos provoque, paulatinamente, un incremento de los lectores de diarios de pago, animados por el interés que les provoca el leer gratuitos, y ávidos de buscar algo más que la lineal y exigua información de éstos.
Entre los primeros se sitúa Empar Moliner, al decir que “a diez años vista, no creo que nadie esté dispuesto a pagar por adquirir un periódico”. En cambio, un periodista de gratuito como Daniel Rodríguez, opina lo contrario, “la prensa tradicional se sabrá adaptar, igual que se ha sabido adaptar a la llegada de la radio o la televisión.Es más fácil que desaparezcan determinados gratuitos que las cabeceras tradicionales”. Entre los segundos aparece Soledad Gallego, más fruto del deseo que de la certeza, al asegurar que “no creo que el éxito de la prensa gratuita acabe por provocar la desaparición de la prensa de pago. Si ésta desaparece será por un conjunto de elementos mucho más complejo. De hecho, diría que la prensa gratuita ayuda a la prensa convencional en cuanto que genera hábito de lectura de un producto en papel”. Màrius Serra va más allá, al analizar con acierto que “no sabría decir si el lector de gratuitos se pasará en un futuro al ‘pay-per-read’. Lo que si me gustaría es que el periodista de gratuito no crea que ya ha llegado a la cima de su carrera profesional”.
Quizá el marco ideal del mercado comunicativo en cuanto a la prensa es el actual, en el cual conviven con total naturalidad y sin prácticamente estorbarse gratuitos y tradicionales. Pero podemos estar seguros de que esto no quedará así, y que evolucionará hacia un lado u otro. Ahora sólo queda esperar, y leer.
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