diumenge, 17 d’abril del 2011

Regulación del arte

Fotografía de La Vanguardia (16 abril 2011)

Empieza la semana santa, para muchos unas breves pero merecidas vacaciones antes del sprint final hacia la temporada de verano. Barcelona como ciudad cultural con una amplia oferta que incluye mar y montaña, se llena cada año de turistas. Extranjeros que se pasean por la ciudad con aquello más ligero que han podido encontrar en su maleta poco acostumbrados a nuestras altas temperaturas, con gafas de sol, chanclas y gorra sobre su cabeza pasean por las calles del centro. Desde Plaza Catalunya hasta el Maremagnum, muchos optan por bajar la calle más conocida, turística y entretenida: Las Ramblas. No obstante, aquellos que se decidieron por este camino durante el día de ayer y pretendían encontrarse con las famosas estatuas humanas, apenas pudieron ver una minoría.

Hace ya unos cuantos años que el gobierno estudia qué hacer con los artistas callejeros de las Ramblas con la finalidad de establecer más orden en este transitado paseo. Finalmente, en octubre del año pasado el Ajuntament decidió limitar la libertad de la que habían gozado unos años antes las conocidas estatuas humanas. Esta famosa atracción turística, a partir de este año 2011, debía pasar un control de calidad, una especie de casting equiparable a los de Operación Triunfo o Tu si que vales, en los que se juzgaba el talento de cada una de estas personas, además de exigirles un currículum en el que se mostraran sus estudios y su experiencia en el mundo del arte. En este colador se descartaron a 52 estatuas humanas entre las cuales, muchas llevaban más de 15 años actuando en el mismo lugar de las Ramblas. A las 30 que han elegido, les entregaron este jueves su licencia en la cual se especificaba su horario de trabajo ya que hay unas franjas horarias designadas de mañana y tarde así como su lugar en el paseo: un metro cuadrado con una tarima de 20 cm de altura, por ley.

Esta espinosa normativa para reducir y ordenar las estatuas entró ayer en vigor y surgió más efecto del esperado. Tan sólo aparecieron una docena de estatuas a lo largo de la jornada debido a que muchas no habían podido acudir a recoger su permiso de actuación y otras, no elegidas, que intentaban hacerse un hueco, eran invitadas a irse por la Guardia Urbana.

La mayoría de estos originales y creativos individuos son gente extranjera y sin estudios que, al llegar a Barcelona, vive de trabajos ocasionales, normalmente relacionados con el mundo del espectáculo. Muchos de ellos arrastran una larga tradición familiar relacionada con el arte, otros son verdaderos profesionales del teatro y muchos son gente corriente que encuentra en la Rambla de Barcelona un hueco para exponer su talento. Se trata de arte callejero. Algo espontáneo, creativo, artístico que no forma parte del lado academicista del género. Es un arte que refleja un espíritu libre, soñador y mágico y que no debería regularse con tanta precisión.

Por un lado, es lógico el afán del gobierno en mantener un orden y una calidad en cuanto a la oferta de la ciudad y es cierto que como suele pasar, por descontrolarse unos, se fastidian todos. También es coherente imponer una legislación que regule la actividad de esta atracción turística con muchas de sus demandas. Entre otras, que su trabajo se trate como un oficio digno y respetable. Para ello es fundamental la regulación. De esta manera, la limitación del espacio ayuda a mantener una estética no caótica y a que no se invada descaradamente la calzada; establecer un horario concreto con turnos para cada estatua permite que se pueda lucir más de una en un mismo lugar y así dar trabajo a más personas y, en cuanto al control de calidad, se puede ver también como una fórmula mediante la cual fomentar el esfuerzo y el considerarlo un mérito el poderse exhibir en el paseo más famoso de la ciudad.

No obstante, es una labor muy discutible la de poder juzgar el arte callejero mediante un ‘casting’ en el cual se decide quien vale y quien no para representarlo.

La ordenación de los artistas de la Rambla exigía antes respeto a los usuarios del paseo, limpieza del espacio empleado y la originalidad de los trajes, los cuales no podían ser comprados ni alquilados. Tales requisitos formaban ya una legislación bastante completa que se podría haber complementado con algunos puntos de la actual pero sin llegar al extremo al que se ha llegado haciendo una evaluación del poder artístico de personas que llevan más de 15 años actuando que, por cierto, ¿no es ese suficiente currículum?.

Las estatuas que han sido descartadas para actuar en la calle, un colectivo de 23 artistas, se han puesto en manos de la justicia con el abogado Raúl Soldevila para llevar el proceso de selección a los tribunales, después de presentar alegaciones dentro del plazo, poniendo en duda criterios como el de la titulación artística. Solicitan incluso una formación por parte del Consistorio, si es necesario y proponen una alternativa para todos aquellos que no pueden exponer su talento en el paseo, como los alrededores de la Sagrada Familia, el Parc Güell o la Ciutadella.

A ver si quienes pueden, asisten a su puesto de trabajo con sus licencias esta semana santa y los que no, encuentren otro espacio en el que exhibirse y mostrar el talento con el que te topabas en la Rambla de Barcelona.